Durante cinco largos meses Laurent Gbagbo (autoproclamado presidente de Costa de Marfil en las elecciones de noviembre de 2010) usurpó el poder al presidente electo, Alassane Ouattara (recluído durante todo ese tiempo junto a su gobierno en un hotel de Abidjan).
Tras una breve pero sangrienta guerra civil,
el 11 de abril de 2011 fue detenido y puesto a disposición de la justicia, cerrando el capítulo más negro de la aún corta historia del país.

martes, 4 de enero de 2011

La CEDEAO cae en la trampa


Gbagbo dice NO

Pero con la astucia y el maquiavelismo que le caracterizan, parece que hubiera dado un paso al frente y se hubiera abierto a una presunta "negociación" a la que, de inmediato y como no podía ser de otra manera, su rival Ouattara se ha negado. Y lo blanco parece negro, y lo negro blanco...

¿Con qué autoridad moral un secuestrador (de la voluntad popular) puede proponer "negociar"? ¿El rescate? Ya se le ha ofrecido una y mil veces. ¿El abandono voluntario del poder? INNEGOCIABLE, dice él. Entonces ¿de qué se puede hablar?

El dictador sigue marcando el paso del desfile y convierte a sus interlocutores en meros comparsas. A estas alturas, insistir en la vía negociadora con alguien que tan claramente ha mostrado su intransigencia es perder el tiempo. Y todo lo que sea darle cancha supone ir asentando una política de hechos consumados que hasta hoy sólo él parece rentabilizar.

Mientras tanto, la tensión en el país se agudiza, se producen incidentes y enfrentamientos, con visos de agravarse con el tiempo, y continúa el éxodo de la población hacia los países vecinos.

Desgraciadamente sólo la vía militar, por penoso y arriesgado que pueda resultar, podría desalojar a este infame personaje del poder y está por ver que la comunidad internacional, que con tanta firmeza ha reaccionado hasta la fecha, se atreva a cruzar esa delgada línea roja...