Durante cinco largos meses Laurent Gbagbo (autoproclamado presidente de Costa de Marfil en las elecciones de noviembre de 2010) usurpó el poder al presidente electo, Alassane Ouattara (recluído durante todo ese tiempo junto a su gobierno en un hotel de Abidjan).
Tras una breve pero sangrienta guerra civil,
el 11 de abril de 2011 fue detenido y puesto a disposición de la justicia, cerrando el capítulo más negro de la aún corta historia del país.

jueves, 17 de febrero de 2011

El gran tsunami

Antecedentes
Como ya conté, hace un mes el BCEAO, Banco Central de Costa de Marfil (y de toda África del Oeste), anunció la ruptura con el gobierno del presidente saliente, sometiendo de facto al sistema bancario marfileño a una "expulsión" que invalidaba cualquier operación del mismo al margen de las decisiones oficiales del presidente y del gobierno legítimos y de la autoridad bancaria central.

La decisión de Gbagbo fue entonces la de obligar a todos los bancos del país, públicos y privados, a someterse a su mando y poner en marcha un sistema bancario "paralelo" (e ilegal) que compensara internamente, y al margen de la autoridad central, todas las operaciones. Este sistema ha estado funcionando de manera precaria durante unas semanas, hasta que su propia dinámica no ha dado más de sí.


Si desde el principio eran cada vez más difíciles (o casi imposibles) las transacciones más habituales (transferencias, cobro de cheques, etc.), ya en los últimos días eran insistentes los rumores de posibles cierres, debido a la presión a la que los bancos (sobre todo los extranjeros) estaban sometidos (incluyendo amenazas físicas a sus directivos) y al quebranto económico ocasionado. Además el BCEAO había amenazado con imponer severas sanciones a las entidades que colaboraran de una forma u otra con el régimen de Gbagbo.

Como resultado miles de particulares y empresas ya habían comenzado a retirar los fondos de sus cuentas y cada vez eran más numerosos los rumores y las colas en las oficinas.

El terremoto
Sea por decisiones políticas, sea por cuestiones puramente técnicas y económicas, el hecho es que entre  el lunes y el jueves de esta misma semana han cerrado sus puertas todos los grandes bancos del país: SGBCI (Societé Generale), BICICI (BNP Paribas), Citibank y un largo etcétera.

A ello hay que añadir el desabastecimiento constatado de algunos productos básicos (gas) y el anunciado para otros (carburantes, luz, agua) junto al bloqueo de los dos grandes puertos (sometidos al embargo de las sanciones internacionales), que imposibilita la entrada y salida de mercancías, y la suspensión de la exportación del cacao (base de su economía, siendo el primer productor mundial) decretada por el presidente electo Ouattara como medida adicional de presión.

No hace falta ser premio Nobel de economía para intuir que lo ocurrido se asemeja a un gigantesco tsunami que amenaza no sólo con llevarse por delante en pocas semanas la ya de por sí maltrecha economía sino también, y lo que es peor, con hacer reventar la sobrecalentada caldera en la que se ha convertido el país a escasos días, por cierto, del cobro de nóminas y salarios, públicos y privados.