Durante cinco largos meses Laurent Gbagbo (autoproclamado presidente de Costa de Marfil en las elecciones de noviembre de 2010) usurpó el poder al presidente electo, Alassane Ouattara (recluído durante todo ese tiempo junto a su gobierno en un hotel de Abidjan).
Tras una breve pero sangrienta guerra civil,
el 11 de abril de 2011 fue detenido y puesto a disposición de la justicia, cerrando el capítulo más negro de la aún corta historia del país.

martes, 21 de diciembre de 2010

Gbagbo, frente a la justicia internacional

Creo que lo que tendría que prevalecer en este momento, por encima de cualquier otra consideración, es la constatación y divulgación de los gravísimos delitos contra la humanidad (secuestros, violaciones y asesinatos) que el régimen de Gbagbo está perpetrando en la actualidad contra ciudadanos marfileños, cometidos por escuadrones de mercenarios reclutados al efecto.


Un teléfono habilitado por la sección de Derechos Humanos de ONUCI (la "línea verde") recibe diariamente cientos de llamadas denunciando estas atrocidades. Las poblaciones de las comunidades afectadas se movilizan desde hace días (a pesar del toque de queda) en grupos de autodefensa, disponiendo barricadas y organizando caceroladas nocturnas al menor indicio de ataques de los escuadrones.

Algo que comenzó como pura represión militar y policial puede degenerar, si la comunidad y la justicia internacional no lo impiden, en un genocidio.

El fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI). Luis Moreno Ocampo, quien ya advirtió de la responsibilidad penal de estos hechos, se ha referido en concreto a uno de los ministros de Gabgbo, Charles Blé Goudé, como potencial inductor de actos de violencia y, como tal, responsable en caso de su comisión.


"Yo soy el presidente de Costa de Marfil"
Frente a todo lo anterior, comentar la patética intervención del "presidente" hoy en su televisión resulta casi ocioso. Cabizbajo, ojeroso, fatigado, con voz tenue y desafinada, sin convicción, en un discurso grabado en varios planos, leyendo papeles y sin el menor entusiasmo, se ha limitado a leer el alegato esperado, cínico, manipulador e hipócrita, casi más como una justificación de actos que como un llamamiento encendido a la movilización por su causa. Pareciera que la cada vez más intensa presión internacional comenzara a causar mella en él.

Ojalá.